Si, lo admito, soy fisonomista.
Es algo que me preocupa. En proporción a la gente que reconozco, pareciera que nadie lo hace; o no querrán saludar, no lo sé. Igual esta opción es dura de entrar en mi cabeza, ya que no entiendo que esfuerzo amerita decir un “Hola”.

Hace poco caí en este abismo de nuevo. Venía en el 468, hacia portones (para los montevideanos), en esos asientos que están enfrentados, estaba sentado, nos veíamos cara a cara. Al principio no me detuve en su rostro, yo tenía los auriculares y venía mirando hacia fuera. Recaí en el detalle, porque compró a uno de los que se suben a los bondis un libro infantil, y me pareció gracioso.
Nos bajamos en la misma parada, embaló para el mismo lado que yo, pero dobló una cuadra antes.
Desde ese entonces que recordé su rostro, su existencia se volvió complementaria a la mía, (claro, que no imprescindible).
Rasgos, yo diría símil-orientales, con unos gruesos lentes que agrandan sus ojos el doble, mirada seria pero simpática. A veces anda por los alrededores de la facultad de derecho, pero no tiene pinta de estudiar eso. Yo diría más, que tiene pinta de chico estudioso, pero de artes inexactas.
Ya es una foto en el bondi,
en el kiosco, en el parque, en el centro, en el cumpleaños de una amiga, en la calle ni que hablar, bueno.
Solo sé que no sé nada de este tripulante de los días, pero pronto, lo sabre, quien sabe. Le preguntaré al director cual es la próxima escena.