Negrita cursiva

25 agosto 2006

lo que el viento se llevo

empezando por la ilusión ...
el puto tiempo se afano el aguante para las borracheras.
y además
casi con cuarenta
la parca como punto de referencia fosforescente
el camino a itaca
la piedrita en el zapato.

y eso que a mi
(cruz diablo)
me va bien.

24 agosto 2006

Esta despues

15,05
La calle Yupes raya al medio. Una bajada sin freno a la rambla. El horizonte, estar.
Fernando, su cara perpetua de niño bueno, dirá que la próxima canción la canta una amiga. Cuando empezó a cantar, con un nosequé de la Negra Sosa, entendí.
El empedrado está tapado, pero allí está. Adoquín, adoquín, quín, pego el postit en mi ventana monitor. Adoquín; gozadera; la calle Yupes raya al medio. Las banderitas amarillas de los postit son los mojones de la última ruta a recorrer, el empedrado está tapado pero allí está.
Un día nos encontraremos en otro carnaval, que no termina en marzo, con mi mano ciega en la ventanilla. La retirada.
Tendremos suerte si aprendemos que no hay ningún rincón. No hay espacio, cierro las ventanas que desaparecen, como si no hubieran sido.
Que no hay ningún atracadero, un puerto sin agua no es lugar, que pueda disolver, no es estar, es viajar.
En su escondite lo que fuimos, sin ver, desaparecer, cada minuto, muriendo, el tiempo está después.
Después.
Después.
15,06

23 agosto 2006

Sensación horaria

"Sensación horaria: tres de la mañana".
Leo Masliah


Barajé el hielo en el vaso de whisky, en el agua-whisky que me quedaba. Rafael estaba demorando pero no me importó. Yo había madrugado ese viernes y trabajado con concentración; estaba cansada. Me acuerdo de haber sonreído varias veces, meneando la cabeza ligera, diciéndole que sí a algo o a alguien. Terminé el sandwich de jamón y queso que me habían servido en el boliche. El almuerzo se me había ido postergando a lo largo de la tarde, al punto de desaparecer, de descartarse como idea. Ese sandwich no estaba mal, sin ser una delicia tenía el valor de ocupar el lugar de una comida de jerarquía como es el almuerzo. La música me sonaba en los oídos, muy adentro, me invadía la piel y el sistema circulatorio. El cansancio persistía. Mi alegría era fuerte, consistente, pero luchaba cuerpo a cuerpo con el sueño que quería abrirse paso. Me pasé la mano por los párpados y sin querer me corrí el trazo del delineador. En uno de mis "sí" gestuales vi a Pablo Langone. Me saludó chispeante desde la barra, era evidente que llevaba encima varios whiskies. Le correspondí con algo más de discreción. Rafael y las carpetas azules. Rafael y el cafecito con dos pastillas de sucaryl, por la dieta. Rafael caminando enojado, enérgico, por la plaza Matriz. Me terminé el whisky. Apoyé el vaso en la mesa y vi por la ventana a Rafael y a su carpeta, él sonriéndome ligeramente, estirando el brazo para tomar el pomo de la puerta del boliche. Me saqué los auriculares y guardé el reproductor de mp3. Rafael sonreía ahora abiertamente. Miré el reloj: las ocho de la noche. Afuera todavía era de día; estamos en verano. Rafael tiró el informe que guardaba en la carpeta sobre la mesa. Nos quedaban unas cuantas horas de trabajo por delante.

Mediodía

Ahora me toca a mí, dice el niño que no está jugando. Mira el monitor de costado en una banqueta igual a la de la niña que juega sin escucharlo, que sin embargo dice ya termino, ya termino.

Mamá: Melisa no me deja jugar, dice. Pero mamá tampoco escucha, está cocinando y hablando por teléfono, pero sin embargo le hace un gesto de que espere.
Asi que va hacia el cuarto donde está la televisión, la prende apuntando con el control remoto hacia la pantalla, pero se ve mal, muy mal porque papá no arregló todavía la conexión. Abandona la habitación, pasa por al lado de la niña que dice ya te lo doy, no rompas. Abre la puerta y sale al pasillo donde los disparos del arma se escuchan apagados, la voz de mamá se oye apenas.

En la puerta de calle está el hombre de la garrafa mirando los botones de los apartamentos, le abre y luego camina detrás indicando el camino, cuando llega mamá le señala la mesa donde está la plata justa. El señor le guiña un ojo, pero cuando se va deja la puerta de calle abierta, asi que tiene que bajar las escaleras para cerrar. En vez de eso conversa con el vecino que lava el auto. Tiene varios tarros distintos a los que llama shampú, crema de enjuague, cera, algo especial para los vidrios que no recuerda el nombre, la etiqueta debe decir pero él no lee sin lentes y el niño no se acerca. El perro grande va y viene nervioso, porque el perro chico de la otra vecina lo provoca detrás de la reja, eso dice el que lava el auto.

Hay una carta dando vueltas en la cuadra con una dirección mal, que no existe. Acá es 1678 y la siguiente 1684. El baldío no tiene números por ningún lado, salvo los veinticinco años de abandono, dice el vecino veterano que tiene el sobre en la mano, que recorre las casas y apartamentos buscando. Allá viene la veterana malísima porque lo mandó a buscar pan y pimentón hace como una hora y lo agarró charlando con la otra veterana que tiene pica, la que siempre se arregla mucho la cara.

Podría aprovechar ahora el agua rápida del cordón, que viene en pendiente del caño roto de la esquina, va a ver si Melisa quiere hacer carrera de barcos. En casa no hay ambiente. Hay un poco de olor a quemado, mamá sentada en la banqueta delante del monitor y Melisa en el teléfono.
Conversación idiota:

- Que hora es?
- la misma que ayer pero con 24 horas de más.
- Huy, que bien…el terapeuta emocional de mi vecino
ayudó en lo que va del día a 4 personas.
- vos que hiciste?
- yo bueno…agregué medio litro más de meo al río,
y terminé con la vida de un limón, lo usé en mi ensalada.

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“hoy parece que solo importa que tengas $,
así estirar
la longevidad de los días, que ves pasar
ya
como fenómenos cósmicos”.

(esta fue una forma de perder tiempo de vida).

20 agosto 2006

Pasito a paso



El escaparate mostraba una cantidad inmensa de tipos y colores; los había negros, marrones, azules, pero también rojos con rayas verdes, crema y con dibujos; eran alargados, redondeados, en punta o acababan recortados en una forma cuadrada; luego estaban los de cuero, tela, goma...
Apartó un momento los ojos de esa exposición interminable porque un mareo repentino se apoderó de él. Tomó aire y se metió en la tienda.

Indeciso se quedó mirando alrededor sin saber qué hacer. Se sentaría a esperar que alguien le atendiese o se pasearía primero entre las estanterías como hacían los demas?. Decidió sentarse.
La silla bajita y poco cómoda lo obligaba a estirar la espalda sujetándose las rodillas con las manos y así estubo durante cinco minutos hasta que una dependienta se percató de su presencia.

- Esta acompañando a su mujer o viene a comprar? -le preguntó medio impaciente. Las dependientas de esta ciudad eran conocidas por su poca amabilidad de cara a los clientes, lo que todavía lo puso más nervioso.
- He venido a comprar...
- Y cuales se quiere probar?
- Eh... no se, cuales me aconseja usted?

Ella lo miró sorprendida, luego, como quien se acuerda de una vieja receta pensó "hay que ayurdar a los clientes..." y dando un suspiro le dijo:
- Para qué los quiere?
- Para caminar...
- Mire, yo no trabajo para que me tomen el pelo... para qué ocasiones los quiere?
- Ah... no se, para todos los días.
- Muy bien, y qué numero calza?
- No se...
- Sáquese el zapato entonces, a ver si con un poco de suerte todavía se lee el de la suela
- Que me saque el zapato? -preguntó todo apurado.
- Claro, sino como se los quiere probar después?
- Ah... claro.

Desató lentamente los cordones y se los entregó a la chica. Ella, sorprendida con un zapato en cada mano, le dió la vuelta a uno, lo miró y se fué diciendo "ya vuelvo".

Él miraba avergonzado sus calcetines, uno de cada color, que había sacado a toda prisa de la cómoda sin fijarse si eran iguales.

Unos minutos después la dependienta estaba de vuelta.
- Qué le parecen estos?
- Pues...
- Son realmente cómodos y le servirán para cualquier ocasión
- Pero... yo no sé si...
- Pruébeselos!

Diez minutos más tarde estaba en la calle. Qué facil había sido! y él que se había estado preocupando toda la semana por este momento! Ni su mujer (Dios la tenga en el cielo) ni su madre (Dios la guarde también junto a Él) le dijeron nunca lo facil que era!

Orgulloso salió paseando de camino a casa con su nuevo tesoro. Unas lucecitas rojas se iluminaban a cada paso que daba y en la caja que llevaba bajo el brazo con sus viejos y obsoletos zapatos se leía: "cámara de aire luminosa".

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