Zapatos
Ay ay ay.
Tengo una ampolla del tamaño de Canadá en el pie derecho.
Levantate y caminá un poco, me decía. Pero es algo, digamos... incómodo. Caminar como desfilando mientras la vendedora me sostiene la caja con impaciencia. Lo mismo me pasa con la ropa, mas o menos. El borde duro del zapato me mastica. Estos mordiscones me recuerdan otros. Me arde el
estómago, y además la contractura en el cuello me tironea cuando estoy en el trabajo de los cordones. No se si esto lo arreglo con curitas, o cambiándolos, o con tiempo.
Caminando se despeja la mente, me decía, pero ahora no puedo.
Tengo una ampolla del tamaño de Canadá en el pie derecho.
Levantate y caminá un poco, me decía. Pero es algo, digamos... incómodo. Caminar como desfilando mientras la vendedora me sostiene la caja con impaciencia. Lo mismo me pasa con la ropa, mas o menos. El borde duro del zapato me mastica. Estos mordiscones me recuerdan otros. Me arde el
estómago, y además la contractura en el cuello me tironea cuando estoy en el trabajo de los cordones. No se si esto lo arreglo con curitas, o cambiándolos, o con tiempo.
Caminando se despeja la mente, me decía, pero ahora no puedo.
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